domingo, 16 de diciembre de 2012

Jerez de la Frontera I

Me monté en el autobús sin muchos ánimos. Sabía que había cometido un grave error y debía remediarlo como fuera. El trayecto fue muy largo, se me hizo eterna la espera de poder rozar su piel, apoyarme en sus labios y fundirme con su cuerpo.

Llegué. Estuve esperando con nerviosismo su llegada. En un abrir y cerrar los ojos estaba allí. No sabía como reaccionar. Lo abracé, respiré hondo y aguanté las lágrimas. Hice como si nada hubiera pasado y fue cuando nos besamos.  Me besó como si hubiera necesitado urgentemente de mis besos para poder responder a miles de preguntas. 

De camino a su casa, intercambiabamos besos, miradas, sonrisas. Al llegar, me pidió que le hiciera caso en todo momento, eso hice. Entramos y me llevó a su cuarto. Había como una especie de juego. Tenía que ir leyendo unos folios y descubriendo pistas. Todas esas pistas me llevaron a él. Le besé. Pero el juego aún no acabó, me llevó a una puerta misteriosa. La abrí. Un golpe de calor invadió mi rostro. Pude observar como había preparado un baño de sales con olor a lavanda y velas perfumadas. Le volví a besar. Esta vez lo sentí mucho más cariñoso, más entusiasmado, más caliente que nunca.

Tras besos apasionados y caricias deseadas, nos metimos en la bañera, estuvimos hablando y me paré a disfrutar de la paz que había en esa casa. Él se salió antes, yo permanecí con los ojos cerrados allí, profunda en el agua con olor a lavanda.

Me vestí y allí estaba él, haciendo una rica cena.

Cenamos sin para de hablar.

Caí rendida en la cama, no podía estar tan cansada, el viaje fue largo y no sabía que ocurriría en Jerez, tenía miedo de que las cosas salieran mal, pero para mi sorpresa salieron mejor de lo que jamás habría imaginado. Esa noche, nos amamos a voces.


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