Todo
empezó con un día soleado hace ya un año. Los rayos de sol entraban por mi
enorme ventana de aquella habitación de estudiante en la que me estaba
hospedando.
Mi teléfono
sonó. Eran unos amigos. La verdad es que me extrañó, no solían llamarme ya que
nos separaban unos pocos de Kms. Atendí al teléfono. Por lo visto, justo ese
fin de semana había un salón friki en Granada. La idea me pareció buena, así
que decidí acompañarlos y echarnos unas risas.
La verdad
es que lo pasamos bastante bien, hace años que nos conocemos, los quiero mucho.
Estuvimos tomándonos unas cervecitas y unas tapas por la plaza de toros. Hacía
bastantes años que yo no hablaba con Vorag, uno de los integrantes del grupo de
ellos. La cuestión es que me interesé por él, y comenzamos a hablar. Nos
sentábamos juntos a cada lugar donde íbamos y me sentía muy a gusto con él.
El día
llegó a su fin, y los chicos me acompañaron hasta la puerta de mi casa, nos
despedimos y Vorag me pidió el móvil para poder seguir hablando otro día.
Accedí sin problemas, me había caído mejor que mi recuerdo en el pasado. Subí a
mi piso y allí comencé a resumir unos apuntes. Pronto tenía los exámenes de
junio y estaba algo agobiada.
Al día
siguiente me levanté con resaca de haberme quedado hasta tarde con los apuntes
y, de repente, sonó el teléfono de nuevo. Era Vorag. Me extrañó muchísimo.
-
¡Hola buenos días! – exclamó él con alegría.
-
Buenos días ¿qué ocurre?
-
Nada, te llamaba porque vamos a tomarnos unas tapas
por tu zona y era por si querías venirte.
-
Mmmm está bien, pero solo un rato, tengo que estudiar
– afirmé.
-
Oks, te recogemos en tu casa en 15 minutos.
¿15
minutos? ¡Tengo que correr! Me puse lo
primero que vi en el armario, una camiseta de rayas rojas y blancas y unos
pantalones cortitos para que se me pegara algo de sol, estaba más blanca que un
folio. Me pinté un poco y salí, justo a tiempo. Ahí estaban ellos, esperándome.
Al ver a Vorag, no pude evitar que se me escapara una sonrisa, me gustó que se
acordara de mí y que contaran conmigo para tomar unas tapas por Granada.
Lo pasamos
genial, fuimos a un lugar que nos llevó un amigo que nos encantó. Yo me senté
al lado de Vorag y ambos decidimos pedirnos un tinto de verano. A partir de ese
momento, no nos separamos en toda la tarde.
Recuerdo
como subimos hasta un mirador y Vorag no paraba de contarme historias de vida
que me fascinaban. Me hablaba de su viaje a Italia, de su afición a los
videojuegos… yo estaba embobada sin darme cuenta siquiera.
Vorag y yo
nos separamos del grupo y seguimos solos rumbo a mi casa, hablando de miles de
cosas, yo lo escuchaba con mucha atención, quería absorber todo de él. Me
encantaba, no entendía el por qué pero me apasionaba todas sus historias y su
forma de hablar. Me acuerdo de un episodio curioso llegando a mi casa, justo en
el cruce de la plaza Einstein. Uno de nuestros amigos nos llamó riéndose y
dijo:
-
No sé por qué, he visto a esa pareja – dijo señalando
a una chica y un chico que se estaban besando – y pensé que erais vosotros y me
he quedado to loco.
Vorag y yo
nos miramos y se nos escapó una pequeña sonrisa. Recuerdo que esa mirada me
llenó tanto que me dio un escalofrío por todo el cuerpo.
Cuando
llegamos a la puerta de mi piso, les invité a subir, pero no quisieron, tenían
que volver a Málaga. Le pedí a Vorag su Facebook, quería seguir hablando con
él, tenía esa necesidad. Él sin problema me dijo que me agregaría.
Llegó la
hora de las despedidas, los abracé a todos como solía hacer siempre, pero en el
momento de abrazar a Vorag (lo dejé para el último) sabía que había algo en él
que tenía que descubrir, sus miradas, su forma de hablar, de expresarse… no sé
lo que era, pero lo tenía que descubrir.
A día de
hoy, 25 de mayo de 2014, puedo afirmar que volver
a conocer a Vorag, mi Antonio, mi chiqui, mi vida, fue algo que me cambió
por completo. Hoy hace un año que nos conocimos. Para mi es algo importante
porque ha sido la persona que más he amado hasta ahora. Ha sido la persona que
más me ha enseñado, me ha escuchado y me
ha aconsejado desde prácticamente ese día, ese 25 de mayo del año pasado.
Recuerdo como todos los días hablábamos y me ayudaba, conservo tantos consejos
suyos, tantas palabras repletas de cariño y ternura… Siempre he creído en el destino. Para mí, es
posible que estuviéramos destinados, hace más de seis años que nos conocemos,
pero hasta ese día, éramos como completos desconocidos, cada uno tenía su vida
y su situación sentimental, pero para mí se dio algo aquel día que lo recuerdo
con tanto amor…
Gracias
cielo por haber entrado a mi vida así, de esa manera tan especial, escuchándome
y enseñándome tantísimas cosas. Gracias mi rey por ser como eres… me encantas y
te amaré todo el tiempo que me dejes hacerlo. Te adoro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario